No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla (La Palabra de Dios), buen abono (oración para que Dios abra los ojos espirituales de los inconversos y riego constante (seguimiento en oración).
También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: “¡Crece!”
Hay algo curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.
Sin embargo, durante el SÉPTIMO AÑO, en un período de solo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!
¿Tardó solo seis semanas en crecer? No. La verdad es que tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.
QUIZAS EN TU VIDA CRISTIANA, HAYAS SEMBRADO SEMILLAS PARECIDAS A LAS DE BAMBÚ.
Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta: QUÉ DIOS LLAME A LA PERSONA AL ARREPENTIMIENTO Y SE ENTREGUE A CRISTO COMPLETAMENTE.
Es tarea difícil convencer al impaciente que solo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado.
De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creeremos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante. En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración de la semilla del bambú japonés, y aceptar que -en tanto no bajemos los brazos, ni abandonemos por no “ver” el resultado que esperamos-, sí está sucediendo algo dentro nuestro: estamos creciendo, madurando COMO CRISTIANOS.
Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando este al fin se materialice.
Un proceso que exige cambios, acción y el formidable don de paciencia.
DIOS TE BENDIGA CON ESTA REFLEXIÓN, Y A NO BAJAR LOS BRAZOS, MANTENTE EN LA BRECHA CON LOS BRAZOS HACIA EL CIELOOOO!!!!
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